El plan de estudios impregnado de fe desarrolla al niño en su totalidad enseñándole y nutriéndole física, mental, social y espiritualmente.
Los alumnos aprenden la importancia del servicio, el compromiso, la dedicación y la autodisciplina. Esto contribuye a forjar su carácter y fomenta el éxito académico.
Para una educación de calidad son necesarias comunidades escolares solidarias de confianza y respeto mutuos. Nuestros apasionados educadores se esfuerzan al máximo para que cada niño comprenda su autoestima.
El énfasis en los valores morales y éticos, incluido el valor del servicio a los demás, ayuda a los niños a aprender integridad, compasión y sensibilidad.
Se reta a los alumnos a hacer del mundo un lugar mejor tomando cada día decisiones semejantes a las de Cristo, no con el objetivo de ganar elogios, sino porque es la forma correcta de vivir.
La Regla de Oro de tratar a los demás como te gustaría ser tratado es un valor fundamental en nuestras escuelas, como lo es la creencia fundamental de que todas las personas son creadas iguales.
Los alumnos aprenden a respetar todos los sistemas de creencias y a apreciar la diversidad de pueblos, culturas y religiones del mundo.
Cada niño es único y amado por Dios. En nuestras escuelas encuentran la orientación, los recursos y el estímulo que necesitan para alcanzar su potencial individual.